Antonio salía a dar largos paseos, siempre con los ojos bien abiertos, mirando a su alrededor. En esas caminatas llegó hasta un barrio pobre en donde las casas eran de chapa y cartón. Vió la basura de la ciudad: latas, cajas, botellas, tapitas, cosas medio rotas y cosas que ya no gustaban iban a parar a la basura.
Antonio estaba acostumbrado a ver utilidad en casi todo, así que fue levantando algunas cosas..."estas maderas están bastante bien....este alambre me gusta...esta chapa de la llevo..."
Siguió caminando y en medio de ese barrio humilde regado por chapas, botellas y latas olvidadas, vió chicos pobres que, como lo había hecho él con sus amigos, jugaban en la calle con ganas e ilusión. Se quedó mirándolos un rato. Muy impresionado por tanta pobreza, volvió a su taller y se puso a dibujar y pintar.
Dibujó a un nene de mirada triste, ropa demasiado grande y ganas de jugar como todos los chicos y le puso de nombre JUANITO LAGUNA.
Sin embargo cuando miró el Juanito que había pintado, le pareció que algo faltaba. Su cuadro no contaba bien todo lo que había visto en su paseo...
Abrió la bolsa y fue pegando en el cuadro chapitas oxidadas, un juguetito roto, otro doblado y despintado. Fue agregando latas aplastadas, alambres, maderas, trapos...
Hasta que, al mirar el cuadro quedó conforme. "Ahora sí" pensó Antonio, "ahora la gente va a entender"...
(extraído del libro "A Antonio le gustan los monstruos. Un cuento para conocer a Berni". Arte a Babor)