Bellas manchas de humedad
en el techo de mi pieza,
forman un país de hadas
justo sobre mi cabeza...
Y antes de que a mi almohada
me venga el sueño a buscar
con la mirada yo viajo
por ese hermoso lugar:
Veo, colgando hacia abajo,
desde una mancha punteada,
a un bicho de San Antonio
con sus alas decoradas.
Un minotauro, demonio
mitad hombre y mitad toro,
descansa en un laberinto
de manchitas color oro.
A su lado, un gallo pinto
de mudo kikirikí
lleva, alrededor del cuello...
(¿qué era eso...? ¡Me perdí!)
No importa. Y hay un camello
que es el del gran rey Melchor,
con una joroba sola
(se dice giba, es mejor).
También encuentro la cola,
flotando por un rincón,
de un gato que es invisible,
pero escucho su ron-ron.
Y un duendecito increíble
(barba postiza mal puesta)
con su cuerpo en tres doblado
usa la mancha que resta.
Si alguien —pobre— nunca tuvo
su cielo raso manchado,
lo invito a que vea el mío,
mágico, bello, encantado...
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