"Hola, señora, Antonio podrá salir a jugar a la pelota? preguntó el vecinito. Unos minutos después apareció Antonio con un prolijo atado de trapos que, aunque no se parecía a las lindas pelotas que hoy podemos comprar, era igual de bueno para divertirse e intentar hacer un gol.
El juego empezó en la calle tranquila. Raramente pasaba un coche por ese rincón de Rosario. Los amigos corrían sin preocuparse y pateaban con fuerza la pelota de trapo.
Para quien dude de que con telas viejas atadas se puede jugar al fútbol, les cuento que, cuando Antonio era un nene, él, sus amigos y la mayoría de los chicos no sólo fabricaban pelotas sino que inventaban juguetes con cacerolas viejas y maderas olvidadas. En el barrio, nada se desaprovechaba, y los chicos tenían tiempo: tiempo para inventar y jugar, tiempo para caminar y visitar vecinos....
(PREGUNTÁ A ALGUIEN DE TU FAMILIA SI ALGUNA VEZ CONSTRUYÓ UNA PELOTA DE TRAPO O ALGÚN OTRO JUGUETE)
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