Capítulo 7: UNA VISITA AL MUSEO
Bigote salió del túnel y apareció en la calle. ¿Por qué no volvía a casa de los Ibáñez donde lo estaban esperando? Allí había un plato de comida que era suyo y una manta para abrigarlo. Pero Bigote no quería volver. Antes debía averiguar su historia. Aunque pasara frío y hambre. Entonces durmió bajo el techo de un edificio en construcción. A la mañana siguiente lo despertó el hambre que sentía y salió a caminar.
Encontró un gentío que hacía cola para entrar a un gran edificio. Casi todas las personas iban acompañadas de un gato.
-¿Qué pasa acá?-le preguntó Bigote a un gato que iba atado a una correa como un perro.
-¿No estás enterado amigo? Todos los gatos de la ciudad estamos invitados a la muestra que hay en el museo. Dicen que habrá comida para humanos y también para gatos.
“¡Comida!”. Era un buen motivo para entrar al museo. Bigote trepó por una larga escalera y se encontró con dos hombres que vestían igual que el guardián del cine. Bigote quiso huir pero uno de ellos le abrió amablemente la puerta.
-Adelante, hoy el museo es de los gatos-dijo, mientras ponía un pescado en la boca de Bigote.
La sala estaba llena de gente y de gatos mirando los cuadros que colgaban de las paredes. Bigote se sintió picado por la curiosidad y se acercó a ver el primer cuadro. En él, un gato negro caminaba por un sendero nevado. Bigote sintió el frío que sufriría aquel gato en el camino helado. Entonces pasó a otro cuadro.
Era enorme. Un gato gordo y manchado llevaba una paloma entre los dientes mientras caminaba por el pasto. Bigote quiso ser ese gato.
Todos los cuadros que vio le gustaron. En uno, había un gato parado en dos patas. Vestía botas, capa y sombrero. De su cinturón colgaban varios ratones muertos. Parecía el más temible de los gatos.
De repente Bigote maulló con todo el aire que cabía en sus pulmones.
¡En el cuadro que miraba había un gato sin cola! ¡El gato saltaba hacia el mar desde un barco que se hundía!
-GATO DE MANX-leyó una mujer-.Qué significará ese nombre?
-Creo que es el nombre de los gatos sin cola-le respondió su amiga.
Bigote las oía atentamente con los pelos de punta. No se separó del cuadro y cuando llegó la hora de cierre, los guardias debieron perseguirlo hasta sacarlo a la calle.
Se fue al parque pensando volver al museo al día siguiente. Sin embargo por la mañana lo despertó un rico olor. Bajó del árbol y se encontró con una bandeja llena de comida.
-¡A vos te quería encontrar, soy Luis-le dijo. ¿Te acordás de mí? Paseamos juntos por la feria, ¿te acordás? Hace dos días que te estoy buscando. Mi mamá y yo trajimos comida al parque con la esperanza de encontrarte. ¿Dónde te habías metido?
Bigote no le contestó. Pero se dejó llevar en brazos por Luis, como si fuera un bebé en vez de ser un verdadero, temible y valiente gato sin cola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario