BIENVENIDOS A LA SALA DE LOS DRAGONES

domingo, 13 de octubre de 2013

RUPERTO DETECTIVE (CAPS. 2 y 3)

RUPERTO DE TERROR (CAP 2)
Monstruos en la casa abandonada. Sí que es un lío, pensaba Ruperto. Los dos sapos lo miraban en silencio... Ruperto sabía todo acerca de monstruos en casas abandonadas, porque su amigo Víctor lo había invitado a ver una película de terror. -Necesito que me ayuden a conseguir el equipo del héroe de aquella película de terror- dijo Ruperto. -Tenemos que conseguir un espejo, ajos y una estaca de madera-dijo Ruperto y los sapos pusieron caras de no entender nada. -¿Para qué necesitás todo eso?- preguntó uno de los sapos. -Si el monstruo de la casa abandonada es un vampiro, le ponemos el espejo adelante y listo- explicó Ruperto. -¡Pero no queremos que el monstruo se peine mirándose al espejo!¡Queremos que se vaya! -¡No sean zapallos! El espejo es para darnos cuenta: si no se quiere mirar, entonces es un vampiro. Los dos sapos se quedaron blancos del susto. Un vampiro, pensaban. ¡Un vampiro! -¿Y qué cosa es un vampiro?-preguntaron al final, porque nunca habían visto ninguno. -Un vampiro es como un murciélago, pero mucho más grande. Es un tipo que usa capa, anda en auto negro, vive en una cueva y tiene un amigo que se llama Robin-dijo Ruperto. -Vamos a conseguir las cosas de una vez, no tenemos tiempo que perder. Los sapos sabían que un cangrejo que vivía en la orilla del arroyo había encontrado un pedazo de espejo. -Lo que no entiendo- dijo uno de ellos-, es para qué quiere Ruperto los ajos, aunque a lo mejor es lo que comen los monstruos. El cangrejo les entregó el espejo y cuando los dos sapos llegaron de vuelta a la cueva-oficina se quedaron duros de sorpresa. Ruperto con una bolsita de plástico al costado los esperaba sentado dentro de una cosa roja con ruedas. -Es un auto a cuerda que me regaló Víctor, es un rupertomóvil. -¿Un auto? ¿Y funciona? -Claro, sólo hay que darle cuerda y ¡brrruummm! anda como a cien metros por hora. Ruperto guardó el pedazo de espejo en la bolsa donde ya tenía un ajo, un fósforo afilado que le servía de estaca y una linternita. Los sapos hicieron girar la llavecita de la cuerda del auto hasta que salió disparando tan rápido que Ruperto tuvo que agarrarse muy fuerte. Cric, cric, el autito rojo se detuvo frente a la casa oscura, húmeda, vieja y abandonada, donde vivía el monstruo. No paraba de llover. Un sonido tan fuerte, tan ronco y extraño salió de golpe desde la casa que el famoso detective se cayó sentado en medio de la calle. Ruperto se levantó, se sacó el barro de las patas, agarró la bolsa y comenzó a subir los escalones de la casa abandonada. -¡Mmmmmm! ¡Mmmmm! ¡MMMMMM! El sonido fuerte seguía allí. Salía por las ventanas rotas de la casa, pero Ruperto seguía avanzando, uno, dos, tres, escalones, hasta que llegó a la puerta cerrada. -¡A la pipeta!- pensó Ruperto viendo lo oscuro que estaba todo. ¿Sería que el monstruo se había olvidado de pagar la luz? Todo era igualito que en la película que había visto con Víctor. Una casa abandonada y oscura, una tormenta y el héroe parado en la entrada con un susto bárbaro… Lo único que faltaba era que la puerta se abriera sola…. ¡Criiiiijjjjjj! La puerta se abrió sola nomás.

RUPERTO DE TERROR (CAP 3)
Ruperto avanzaba lento, lentamente apuntando con la linterna para uno y otro lado.
Miraba las paredes sin pintura, todas rajadas y llenas de telas de arañas, miraba los pequeños charcos en el piso.
El sapo detective no podía tenerle miedo a la oscuridad.“Los niños son bastante bobos”, pensó Ruperto.
¡Tenerla miedo a la oscuridad! ¡Qué bobada!
“Capaz creen que de noche los muebles se mueven o que los van a poner en penitencia o tomar 40 platos de sopa. ¡Puaj!”
“¡Con razón se asustan! Si me ponen un plato de sopa delante, me zambullo de cabeza, nado un poco y después juego al fútbol con los fideos”.
Para un sapo, un plato es muy parecido a una pileta de natación y a Ruperto le hubiese gustado tener un plato de sopa para nadar.
“Sí”, pensó. “Los niños son muy tontos, mire que tenerles miedo a los platos de sopa en la oscuridad”.
Ruperto medio se había olvidado de que estaba allí porque tenía un caso para resolver: el caso del monstruo en la casa abandonada.
Cuando se acordó, él también sintió un poquito de miedo. De pronto tropezó y cayó en uno de los charcos del piso. Se levantó mojado y  vio algo.
Algo que lo hizo correr apurado, tropezar con una alfombra vieja, caer otra vez y esconderse debajo de una silla:
UNAS SOMBRAS VOLABAN DENTRO DE LA CASA.
¿Qué sería? ¿Sería el monstruo que buscaba algo? ¿Mosquitos que querían adelgazar?
Clap, clap, clap. Las cosas negras volaban cerca del techo y hacían apenas un ruido con las alas.
Ruperto agarró la linterna y trató de prenderla pues con la caída se le había apagado. Clic, clic, nada, no prendía.
De pura bronca la tiró al piso y ¡MILAGRO! La linterna se prendió. Entonces apuntó la luz hacia el techo.
Lo que vio lo dejó mudo de asombro: -Batman! ¡Es Batman! Y cuando estaba a punto de salir del escondite
vio que había otro Batman chiquito y otro y otro y otro y que todos volaban cerca del techo.
¿Qué habría pasado? ¿Sería que Batman tenía un montón de hijitos voladores? Entonces decidió averiguar.
-¡Ey!-les gritó saliendo de debajo de la silla-.¡Ey, ustedes!
Las cosas negras volaron a esconderse. ¿Dónde se habrían metido?
-¡Ey los del techo, quiero hablar con ustedes!
-¿Y vos quién sos? -¿Tenés una orden? No podés entrar sin una orden.
-Soy Ruperto Sapo Sapo, famosos detective. -Nada más quiero hablar con ustedes y hacerles una pregunta
-¡Ya estamos hablando! Contestaron los bichos.
-¡Bajen del techo con las manos en alto! Acordándose de una película que había visto. Los bichos no contestaron.
En ese momento se escuchó un sonido como de las y otro y otro y uno, dos, tres, cinco, siete ratones disfrazados de Batman
bajaron desde el techo y se pararon frente a Ruperto. Porque eso era lo que le parecían a Ruperto: ratones feísimos con
orejas  recontralargas y una capa negra igual a la de Batman.
-¿Quiénes son ustedes?- preguntó iluminándolos con la linterna.
-Somos murciélagos- respondieron los bichos.
¿Murciélagos? Ruperto pensó que las cosas se estaban complicando: una casa oscura y abandonada,
 afuera una tormenta con rayos y truenos, adentro, un monstruo escondido.
      Encima de todo aparecían murciélagos, era bien un asunto de terror.

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