"El 25 de Septiembre de 2002 no fue un día más en la vida del Pueblo de Puerto Pirámides.Si bien estamos acostumbrados a vivir cerca de las ballenas, nunca imaginamos que ese día íbamos a estar más cerca que nunca.
La historia comienza cuando un vecino, pudo observar en el agua algunos movimientos que no eran habituales en el sitio donde se encontraba fondeado el Catamarán 14.
El agua se agitaba por los coletazos de una Ballena, y el Catamarán se encontraba enfilado de popa al viento, fuera de toda lógica.
La extraña situación estaba provocada por los movimientos desesperados de una ballena que, en su afán de jugar con las cadenas del fondeo de la embarcación, su propio juego había resultado ser una trampa de la que no hubiera podido escapar por sus propios medios: las cadenas del fondeo se habían enredado en torno a su aleta caudal, impidiéndole avanzar, mientras tironeaba, ajustando más aún el enorme nudo.
Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que resultaba imposible desatar tamaño animal de esa trampa, menos aún sumergirse mientras éste corcoveaba asustado en el agua.
El triste panorama era el de una ballena encadenada.La única solución era provocar el varamiento, arrastrando al animal hasta la playa, primero con el catamarán, para luego terminar el varamiento usando uno de los tractores que se utilizan en las maniobras de embarque de pasajeros y así poder cortar las cadenas en tierra firme, esperando que cuando subiera la marea, la ballena volviera al mar.
Semejante decisión implicaba una gran responsabilidad sobre la vida de “Garra”, bautizado así por una marca blanca en su cuerpo, pero más que nada el nombre se debe al ímpetu que empujó a este animal a aceptar su realidad, que por esas cosas absurdas de la vida lo había llevado a enfrentarse a una situación de vida o muerte.
Lo que siguió fueron doce horas de gran trabajo, en el cual nos vimos involucrados muchos vecinos que corrimos con baldes de agua manteniendo húmeda su delicada piel, usando toallas, mantas y sábanas, algunos haciéndole sombra en su ojo derecho que estaba del lado del sol. Doce horas durante las cuales Garra soportó el corte de las cadenas que lo mantenían preso de una enorme boya, que, afortunadamente hoy ya no flota en nuestra bahía.
Finalmente la marea hizo su trabajo y ese momento fue sublime: Pirámides atardecía mientras la emoción abrigaba a quienes estábamos con el agua hasta el cuello contemplando a ese magnífico ser alejarse herido, acompañado de otra Franca que lo había estado esperando durante todo el día, como si hubiera entendido la situación, mientras luchábamos por su vida.
A lo largo de cuatro años los trabajadores de la actividad ballenera y algunos pobladores nos hemos preguntado qué había sido de la vida de Garra, pues nunca más después de ese día había vuelto a ser visto en nuestras aguas.
La respuesta tardó cuatro años en llegar. El jueves 21 de Septiembre de 2006, mientras el invierno daba paso a esta joven primavera, por más poético e ilusorio que parezca, un experimentado guía ballenero, en una de sus tantas salidas llevando a los turistas a avistar a las ballenas dio el grito que todos queríamos escuchar: “Garra volvió!! Si, es él!! Su mancha blanca, que se parece al zarpazo de un león es única e inconfundible y la herida en su aleta caudal hoy es una cicatriz que lleva de por vida, una enseñanza para transmitir a sus pares y para nuestra generación: Nunca más debe existir un fondeo de esas características en nuestra bahía." (extraído de http://www.elchubut.com.ar/despliegue-noticias.php?idnoticia=140165
La historia comienza cuando un vecino, pudo observar en el agua algunos movimientos que no eran habituales en el sitio donde se encontraba fondeado el Catamarán 14.
El agua se agitaba por los coletazos de una Ballena, y el Catamarán se encontraba enfilado de popa al viento, fuera de toda lógica.
La extraña situación estaba provocada por los movimientos desesperados de una ballena que, en su afán de jugar con las cadenas del fondeo de la embarcación, su propio juego había resultado ser una trampa de la que no hubiera podido escapar por sus propios medios: las cadenas del fondeo se habían enredado en torno a su aleta caudal, impidiéndole avanzar, mientras tironeaba, ajustando más aún el enorme nudo.
Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que resultaba imposible desatar tamaño animal de esa trampa, menos aún sumergirse mientras éste corcoveaba asustado en el agua.
El triste panorama era el de una ballena encadenada.La única solución era provocar el varamiento, arrastrando al animal hasta la playa, primero con el catamarán, para luego terminar el varamiento usando uno de los tractores que se utilizan en las maniobras de embarque de pasajeros y así poder cortar las cadenas en tierra firme, esperando que cuando subiera la marea, la ballena volviera al mar.
Semejante decisión implicaba una gran responsabilidad sobre la vida de “Garra”, bautizado así por una marca blanca en su cuerpo, pero más que nada el nombre se debe al ímpetu que empujó a este animal a aceptar su realidad, que por esas cosas absurdas de la vida lo había llevado a enfrentarse a una situación de vida o muerte.
Lo que siguió fueron doce horas de gran trabajo, en el cual nos vimos involucrados muchos vecinos que corrimos con baldes de agua manteniendo húmeda su delicada piel, usando toallas, mantas y sábanas, algunos haciéndole sombra en su ojo derecho que estaba del lado del sol. Doce horas durante las cuales Garra soportó el corte de las cadenas que lo mantenían preso de una enorme boya, que, afortunadamente hoy ya no flota en nuestra bahía.
Finalmente la marea hizo su trabajo y ese momento fue sublime: Pirámides atardecía mientras la emoción abrigaba a quienes estábamos con el agua hasta el cuello contemplando a ese magnífico ser alejarse herido, acompañado de otra Franca que lo había estado esperando durante todo el día, como si hubiera entendido la situación, mientras luchábamos por su vida.
A lo largo de cuatro años los trabajadores de la actividad ballenera y algunos pobladores nos hemos preguntado qué había sido de la vida de Garra, pues nunca más después de ese día había vuelto a ser visto en nuestras aguas.
La respuesta tardó cuatro años en llegar. El jueves 21 de Septiembre de 2006, mientras el invierno daba paso a esta joven primavera, por más poético e ilusorio que parezca, un experimentado guía ballenero, en una de sus tantas salidas llevando a los turistas a avistar a las ballenas dio el grito que todos queríamos escuchar: “Garra volvió!! Si, es él!! Su mancha blanca, que se parece al zarpazo de un león es única e inconfundible y la herida en su aleta caudal hoy es una cicatriz que lleva de por vida, una enseñanza para transmitir a sus pares y para nuestra generación: Nunca más debe existir un fondeo de esas características en nuestra bahía." (extraído de http://www.elchubut.com.ar/despliegue-noticias.php?idnoticia=140165
No hay comentarios:
Publicar un comentario