Kamishibai, en japonés, quiere decir “teatro de papel”.Es una forma de contar cuentos muy popular en Japón. Suele estar dirigido a niñas y niños pequeños que van a disfrutar de él en grupo. También es utilizado como recurso didáctico. Está formado por un conjunto de láminas que tiene un dibujo en una cara y texto en la otra. Su contenido, generalmente en forma narrativa, puede referirse a un cuento o a algún contenido de aprendizaje.Como el texto está en la parte posterior de las láminas el kamishibai siempre necesita un presentador o intérprete que lea el texto mientras los espectadores contemplan los dibujos.
Origen del Kamishibai
Estamos en 1930, en una de las calles más populosas de Tokio. A lo lejos se ve llegar a un hombre en bicicleta. El hombre se apea de ella y hace sonar una carraca. Pronto empiezan a arremolinarse en torno a él decenas de niños.
Es lógico, el hombre es un vendedor de golosinas. Pero, además, trae consigo el kamishibai. Saca un teatrillo de madera del tamaño de un maletín, por el que comienza a deslizar unas láminas con unos dibujos de trazos gruesos y sencillos. En su reverso está escrito un texto con rápidas descripciones y diálogos vivaces, que el hombre lee. Los niños escuchan y miran boquiabiertos, gritan aterrados, o ríen a pleno pulmón.
El kamishibai nunca falla, es mágico, siempre consigue atrapar la atención de los niños, hacerlos atravesar esa línea que separa la fantasía de la realidad.
Éste es, pues, el origen del kamishibai: surgió en Japón, durante la crisis económica de finales de los años 20, como una fórmula para combatir el desempleo: el hombre de la bicicleta, tras el éxito de la representación, vendía con más facilidad sus golosinas entre los felices niños.
Tras unas décadas de declive, en los últimos años el kamishibai ha resurgido, esta vez ya como una actividad puramente lúdica y pedagógica, y lo ha hecho con tanta fuerza que su magia se ha extendido desde el país del Sol Naciente a otros continentes.
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