BIENVENIDOS A LA SALA DE LOS DRAGONES

lunes, 30 de septiembre de 2013

ALICIA PARA NIÑOS (CAP 8)


EL BEBÉ CERDITO
te gustaría que te cuente la visita de Alicia a la duquesa? Puedes creerme que fue una visita de lo más importante.
Alicia empezó por llamar a la puerta: pero no apareció nadie, y tuvo que abrirla ella misma.
La puerta conducía directamente a la cocina. La duquesa estaba sentada en el centro de la habitación, cuidando al bebé. El bebé berreaba. La sopa hervía. La cocinera estaba removiendo la sopa. El gato –era un gato de Cheshire– sonreía, como lo hacen siempre los gatos de Cheshire. Todas estas cosas estaban ocurriendo en el momento en que Alicia entró.
La duquesa tiene un sombrero y un vestido muy bonitos, pero la cara ya no la tiene tan bonita.
El bebé –bueno, seguro que has visto varios bebés más guapos que éste; y con mejor genio, también. Sin embargo, fíjate bien en él, ¡Y veremos si le reconoces la próxima vez que te reúnas con él! La cocinera, bueno, a lo mejor has visto cocineras más simpáticas que ésta, quizá una o dos.
¡Pero estoy casi seguro de que nunca has visto un gato mejor que éste! ¿A qué no? ¿A qué te gustaría tener un gato igualito que éste, con esos preciosos ojos verdes y esa sonrisa tan dulce?
La duquesa estuvo muy grosera con Alicia. No es nada extraño. Incluso llamaba «¡cerdo!» a su propio bebé. Y no era un cerdo ¿verdad? La duquesa ordenó a la cocinera que le cortara la cabeza a Alicia, aunque naturalmente la cocinera no le hizo caso; ¡y para terminar le tiró el bebé a Alicia! así que Alicia tomó el bebé y se marchó con él, y a mí me parece que hizo muy bien.
De manera que Alicia echó a andar por el bosque, llevando consigo a aquel niño tan feo. Y buen trabajo que daba aguantarlo en brazos, porque no hacía más que moverse. Pero por fin descubrió cómo sujetarlo bien: había que agarrarlo muy fuerte del pie izquierdo y la oreja derecha.
¡Pero tú no sujetes nunca a un bebé de esa manera! ¡Son muy pocos los que prefieren ser tratados así!
Bueno, el caso es que el bebé seguía gruñendo y gruñendo, y Alicia tuvo que decirle, muy seriamente, «mira, rico, si te vas a convertir en un cerdo, no quiero saber más de ti. ¡Así que ten cuidado!».
Por fin le miró la cara, y ¿qué crees que le había ocurrido? mira el dibujo a ver si lo adivinas.
«Pero ese no es el bebé que cuidaba Alicia, ¿no?»
¡Ah, ya sabía yo que no le ibas a reconocer, aunque te dije que te fijaras bien! sí señor, es el bebé. ¡Y ahora se ha convertido en un cerdito!
Entonces Alicia lo puso en el suelo y le dejó trotar hacia el bosque y pensó: «era un bebé feísimo; pero como cerdo resultaba bastante guapo, eso creo yo».

¿No crees que ella tenía razón?

ANTONIO BERNI Y LOS RETRATOS

ESPACIO PARA ADULTOS: En sus pinturas los pintores, sin decir palabras, dicen montones de cosas. El aspecto o la expresión de un cuerpo se convierten en un mensaje cargado de sentido. ¿Qué indica la palidez de un rostro, un puño apretado o unos ojos con pronunciadas ojeras? Los artistas han sabido desde siempre que las partes más expresivas del cuerpo son las caras y las manos. La pintura que muestra principalmente el rostro de un personaje se llama retrato. 
Propósitos de la actividad: 

  • Promover la lectura y comprensión del lenguaje del cuerpo en la representación del retrato. 
  • Reconocer el punto de vista del pintor sobre las personas retratadas y cómo logra transmitirlo en forma visual.

Los retratos de Antonio Berni son muy especiales. 
Hoy analizamos su Autorretrato y La mujer del suéter rojo. 
En una primera aproximación al trabajo de nuestro autorretrato, hoy dibujamos el primer retrato.Ya no vale dibujar los ojos con un puntito, o la nariz con una línea.
Miren que bellos trabajos hicimos.
mi mamá (UMA)
mi mamá (ANTÚ)
mi mamá (MILAGROS)
mi mamá (VERONA)
mi mamá (RUYA)
mi papá (ALEJANDRO)
mi papá (EMILIANO)
mi mamá (CANDELA)
mi papá (ELIÁN)
mi papi (DIONISIO)
mi papá (GUADALUPE)
mi papá (IGNACIO)
mi mamá (CARLA)

sábado, 28 de septiembre de 2013

UN REGALO MISTERIOSO...

Norma ayer apareció con una cajita y con un mensaje. 
Por la noche en su casa ella había escuchado un ruido extraño... 
fue hasta la puerta y encontró una cajita, algo así como un regalo.
¿Dejado por quién? ¿Para quién o para quienes?
Al leer el mensaje se enteró que era para nosotros!!!!!!!!!!!

Después de leernos el mensaje, abrimos la cajita y nos encontramos con la sorpresa.
La paloma había dejado regalos para todos nosotros. 
En la sala dejamos en el armario los símbolos de la paz de los chicos que habían faltado: Uma, Mili y Sabri. 
El lunes se los entregaremos y les contaremos 
esto tan curioso y misterioso que le pasó la otra noche a Norma.












viernes, 27 de septiembre de 2013

RUPERTO DETECTIVE (CAP. 1)

RUPERTO DE TERROR 
La noche estaba oscura. Oscurísima. El cielo negro no dejaba ver las estrellas ni la luna y el viento soplaba desde el mar sacudiendo los árboles.
Pero no era eso lo que preocupaba a los bichos del arroyo. Ellos habían visto un montón de noches así. Noches en las que era mejor quedarse
en la cueva para hacer tortas fritas y jugar a las cartas. No, los sapos no estaban preocupados por la tormenta sino por otra cosa.
Estaban asustados por aquel sonido extraño que venía desde la casa abandonada. Escuchaban con muchísima atención y, cuando en medio
del ruido del viento aparecía otra vez el sonido, volvían a esconderse tapándose los oídos y los ojos.
Todos hacían lo mismo. Menos Ruperto que desde que se había convertido en detective, estaba sentado en la cueva esperando algún cliente.
Con su impermeable largo y el sombrero que le tapaba los ojos, dormía tranquilamente con sus patas estiradas encima de la caja de cigarrillos que usaba de escritorio.
Dos sapos amigos suyos, un poquito más valientes que los otros, habían decidido salir para ver qué era aquel sonido que los aterrorizaba.
Los dos, muy juntos y temblando dieron un par de saltos y se pararon para escuchar.
Nada. Silencio. Podían escuchar el viento pero del sonido extraño, nada de nada.
-Se fue- dijo uno de los sapos, contento de poder volver a dormir.
-Sí, mejor vamos-aceptó el otro sapo que no tenía ganas de hacerse el valiente en una noche tan fea.
Pero de pronto, así, de sorpresa, de golpe, ¡paf! se quedaron congelados del susto.
_¡Mmmm! ¡Mmmm! ¡MMMMMM!
-¿Lo escuchaste?
-Sí, sí, es horrible, debe ser un fantasma…
-¡No digas bobadas! Los fantasmas hacen uuuuu, uuuu, y cosas así, nunca escuché un fantasma que haga mmmmm.
-A lo mejor es una vieja gorda que ronca, capaz que se quedó a dormir en la casa.
-¡Bobadas! Todo el mundo sabe que la casa está abandonada desde hace mucho tiempo.
El otro sapo se quedó pensando y pensando. ¿Qué sería aquello? Sonaba tan fuerte, tan extraño.
_Es el fantasma de una vieja gorda que ronca- dijo.
Pero el otro no se quedó para contestarle: de la casa abandonada salió otra vez el ruido, mmmm, mmmm,
y además, a través de las ventanas rotas salieron volando unos bichos grandes y oscuros.
Los dos sapos, saltando entre los yuyos y tropezando con todo, llegaron pronto hasta la cueva de Ruperto.
Ruperto Sapo Sapo, el más famoso detective del arroyo Solís Chico, el único sapo detective del arroyo Solís Chico, dormía
 y soñaba con que estaba a punto de atrapar la mosca más gorda del mundo.
-¡Ruperto!- gritaron los dos sapos entrando como locos a la cueva-oficina. Ruperto se cayó de la silla por la sorpresa y eso lo ayudó a despertarse.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?- preguntó el famoso detective tirado patas para arriba.

-¡Hay monstruos en la casa abandonada!- contestaron los dos sapos al mismo tiempo.

MARATÓN DE LA LECTURA


La Maratón Nacional de Lectura es la campaña anual de promoción de la lectura de Fundación Leer.
El viernes 27 de septiembre de 2013 en todo el país, millones de personas en todos los rincones de la Argentina estaremos leyendo al mismo tiempo junto con los niños para comunicar a la sociedad que leer es bueno para el presente y para el futuro de nuestros chicos.
Las salas "Cachorros" y "Los conejos" comenzamos a leer la en capítulos "RUPERTO DETECTIVE", del escritor uruguayo Roy Berocay.
Ruperto es un sapo detective. Logra atrapar a los niños en la lectura, los lleva por un camino de aventuras increíbles y conocer a toda clase de personajes increíbles.No cobra dinero, cobra en moscas (su alimento favorito). Se hace preguntas que van dirigidas a los pequeños lectores para hacerlos pensar. Ruperto, el sapo detective, se embarca en una tenebrosa aventura para esclarecer el enigma del monstruo que habita en la casa abandonada. Junto con muchos animales amigos y un auto a cuerda que le sirve de transporte, este "sapo privado" vive una increíble aventura llena de misterio.
ROY BEROCAY

miércoles, 25 de septiembre de 2013

"MIL GRULLAS" (versión para los adultos de la casa)

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien que era lo que estaba pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas partes.
Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.¡Ah…y también se estaban descubriendo uno al otro!
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podrían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos. Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio…
Pero Naomi, sabía que quería a ese muchacho delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar para darle a ella la ración de batatas de había traído de su casa.
-No tengo hambre-le mentía Toshiro, cuando veía a la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía.-Te dejo mi vianda-y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.
Naomi… Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún…El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llego puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que dejar de verse durante un mes y medio inacabable. A pesar de que sus casas no quedaban  demasiado lejos un de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.
Acabó junio y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque… Se fue julio y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque
Y aunque no lo supieran ¡Por fin llegó agosto!-pensaron los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto con sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones del local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra… -decía el abuelo.- Todo acaba algún día... – comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro se sentía que la paz debería ser algo muy hermoso, porque los ojos de sus madres parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyo cuando recordaba a Naomi. ¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba, sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor.
Un desierto helado y ella atravesándolo. Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro. El dos y tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus. Lento se apaga el verano. Enciendo lámparas y sonrisas. Pronto florecerán los crisantemos. Espera, Corazón.
Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de curiosidad de sus hermanos. El cuatro y cinco de agosto se los pasó ayudando a su madre y a las tías. ¡Era tanta la ropa para remendar! Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar el deseo para que se cumpliese. La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de papá, el pedido de que Toshiro no la olvidara nunca… Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes…Ocho de la mañana seis de agosto en el cielo de Hiroshima.
Naomi se ajusta su obi de su kimono y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?
“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez en el cielo. El cielo de Hiroshima. Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.
En ella, una mamá amanta a su hijo por última vez. Dos viejos trenzan bambúes por última vez. Una docena de chicos canturrea: “Donguri Koro Koro- Donguri Ko…” por última vez. Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez. Naomi sale para hacer unos mandados. Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río. Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegraron esta mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el paso de Hiroshima. Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino requerido. Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico. Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
Recién en diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en la localidad próxima de Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también había sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en sus misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana. El invierno insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era el frío exterior o sus pensamientos lo que le hacía tiritar. Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura. Sobra su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas.
-Voy a morirme, Toshiro… -susurró, no bien sus amigo se paró, en silencio, al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que hacen falta…
Mil grullas… o Semba-Tsuru, como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente en un bolsillo de su chaqueta.
-Te vas a curar, Naomi- le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya: se había quedado dormida.
El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas. Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de diarios, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente.
Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos. En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas. Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho. La tijera la llevaba oculta entre sus ropas. Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía. El muchacho se encontraba pasando hilos a través de la silueta de papel. Separó en grupos de diez frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de su primo. No había tiempo perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
-Prohibidas las visitas a esta hora- le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala de uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga. Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho. Por favor…
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara: -Pero cinco minutos, ¿eh? Naomi dormía.
Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso en su silla sobre la mesa de luz luego se subió. Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielo raso. Pero lo alcanzó. Y en un rato estaba las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres. Fue al bajarse de su improvisada escalera advirtió que Naomi lo estaba observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.
-Son hermosas, Toshi-Chan… Gracias…
-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas-y el muchacho abandonó la sala sin darse cuenta.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos instantes la ventana. Los ojos de Naomi seguían sonriendo. La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre?
Febrero de 1976.
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres. Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo. Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular. Grullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes…Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe creer en aquella superstición japonesa.
-Algún día completará las mil…-cuchicheaban entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?
Ninguno sospecha, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida de Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.


"MIL GRULLAS"

La escritora argentina Elsa Bornemann, rescata la leyenda japonesa y realiza una adaptación de la historia.
Elsa Bornemann, recientemente fallecida es una de las escritoras más leída por los chicos argentinos.Si en algún momento te quieren comprar un libro, acordate de su nombre.

LOS CONEJOS Y SUS FAMILIAS CELEBRAN LA PAZ

Hoy fue un día para recordar. Desde tempranito todos estábamos ansiosos porque íbamos a recibir visitas. Conversamos mucho y trabajamos mucho más preparando la sala, adornando la entrada con nuestros trabajos y colgando grullas por cuanto rinconcito encontramos.
A las 11 de la mañana comenzaron a llegar los invitados, los ubicamos en las sillas y cuando estuvo todo listo, escucharon la leyenda japonesa  MIL GRULLAS, o SEMBA TSURU como se dice en  japonés.
Al finalizar todos nos pusimos a construir grullas, con la técnica japonesa de ORIGAMI.
Esas grullas a partir de mañana quedarán colgadas en la sala, pues como dice la leyenda, ellas nos ayudarán a alcanzar larga felicidad, larga vida y mucha paz. 
Pedimos por la paz en nuestra sala, en nuestros hogares y el el mundo entero, sobre todo en Siria.
Recibimos de regalo los medallones de la paz que colgamos con alegría en nuestros cuellos.
Al finalizar cantamos con los invitados "Que canten los niños".
Gracias a las familias por habernos acompañado, gracias a Norma y Gabriela por estar con nosotros y gracias a Lucía por su mensajito en el blog.
Sin duda alguna, una mañana para recordar.