RUPERTO DE
TERROR
La
noche estaba oscura. Oscurísima. El cielo negro no dejaba ver las estrellas ni
la luna y el viento soplaba desde el mar sacudiendo los árboles.
Pero
no era eso lo que preocupaba a los bichos del arroyo. Ellos habían visto un
montón de noches así. Noches en las que era mejor quedarse
en
la cueva para hacer tortas fritas y jugar a las cartas. No, los sapos no
estaban preocupados por la tormenta sino por otra cosa.
Estaban
asustados por aquel sonido extraño que venía desde la casa abandonada.
Escuchaban con muchísima atención y, cuando en medio
del
ruido del viento aparecía otra vez el sonido, volvían a esconderse tapándose
los oídos y los ojos.
Todos
hacían lo mismo. Menos Ruperto que desde que se había convertido en detective,
estaba sentado en la cueva esperando algún cliente.
Con
su impermeable largo y el sombrero que le tapaba los ojos, dormía
tranquilamente con sus patas estiradas encima de la caja de cigarrillos que
usaba de escritorio.
Dos
sapos amigos suyos, un poquito más valientes que los otros, habían decidido
salir para ver qué era aquel sonido que los aterrorizaba.
Los
dos, muy juntos y temblando dieron un par de saltos y se pararon para escuchar.
Nada.
Silencio. Podían escuchar el viento pero del sonido extraño, nada de nada.
-Se
fue- dijo uno de los sapos, contento de poder volver a dormir.
-Sí,
mejor vamos-aceptó el otro sapo que no tenía ganas de hacerse el valiente en
una noche tan fea.
Pero
de pronto, así, de sorpresa, de golpe, ¡paf! se quedaron congelados del susto.
_¡Mmmm!
¡Mmmm! ¡MMMMMM!
-¿Lo escuchaste?
-Sí,
sí, es horrible, debe ser un fantasma…
-¡No
digas bobadas! Los fantasmas hacen uuuuu, uuuu, y cosas así, nunca escuché un
fantasma que haga mmmmm.
-A
lo mejor es una vieja gorda que ronca, capaz que se quedó a dormir en la casa.
-¡Bobadas!
Todo el mundo sabe que la casa está abandonada desde hace mucho tiempo.
El
otro sapo se quedó pensando y pensando. ¿Qué sería aquello? Sonaba tan fuerte,
tan extraño.
_Es
el fantasma de una vieja gorda que ronca- dijo.
Pero
el otro no se quedó para contestarle: de la casa abandonada salió otra vez el
ruido, mmmm, mmmm,
y
además, a través de las ventanas rotas salieron volando unos bichos grandes y
oscuros.
Los
dos sapos, saltando entre los yuyos y tropezando con todo, llegaron pronto
hasta la cueva de Ruperto.
Ruperto
Sapo Sapo, el más famoso detective del arroyo Solís Chico, el único sapo
detective del arroyo Solís Chico, dormía
y soñaba con que estaba a punto de atrapar la
mosca más gorda del mundo.
-¡Ruperto!-
gritaron los dos sapos entrando como locos a la cueva-oficina. Ruperto se cayó
de la silla por la sorpresa y eso lo ayudó a despertarse.
-¿Qué
pasa? ¿Qué pasa?- preguntó el famoso detective tirado patas para arriba.
-¡Hay
monstruos en la casa abandonada!- contestaron los dos sapos al mismo tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario