BIENVENIDOS A LA SALA DE LOS DRAGONES

sábado, 9 de noviembre de 2013

UNA MAÑANA DE MUCHO TERRRRROR!!!!!!!!!!!

Esta mañana escuchamos un nuevo capítulo de Ruperto. 
Pero les aseguramos que esta vez fue de terror... 
La lectura la hizo Norma, pero esta vez la biblioteca estaba desconocida: 
todo oscurísimo, sólo con una pequeña lamparita, un farol con una calavera 
que hacía un sonido extraño y tenebroso...
 las cosas no terminaban ahí porque sobre la lámpara volaba un murciélago...
y telas azules y negras que daban mucho aspecto de terror!!







RUPERTO DETECTIVE (Capítulo 7)

Ruperto salió de la casa. La lluvia caía muy fuerte y los relámpagos brillaban como si fueran de plata.
Sabía que tenía que regresar al charco a convencer a los bichos amigos y volver a la casa.
Se subió al auto, se paró en el asiento y estirándose hacia atrás comenzó a girar la llavecita para darle cuerda.
El auto salió disparado y  Ruperto que había quedado agarrado a la cuerda giraba como un trompo.
Frenó frente al bosquecito y se bajó. Comenzó a golpear una lata avisando a los bichos que había un peligro.
-¿Qué es eso?- preguntó un sapo al que el ruido no le permitía seguir durmiendo.
-Parece el ruido de la lata de la alarma-dijo otro.
Los cangrejos salieron de sus agujeros para ver quién los estaba despertando a esa hora.
-Tenemos un gran problema-dijo Ruperto -Tienen que ayudarme, en la casa abandonada hay…hay…
-¿Qué hay?-preguntaron todos comiéndose las uñas.
-Hay un monstruo enorme-dijo por fin Ruperto.
Los cangrejos fueron los primeros en escapar a esconderse a sus cuevas.
Los sapos, agarrándose las cabezas verdes y saltando como locos de acá para allá, gritaban de terror.
Todos volvieron a sus cuevas dejando a Ruperto solo y golpeando nuevamente la lata.
Al final, después de asegurarles que no iba a pasar nada, que cuando los viera el monstruo saldría corriendo,
los bichos salieron de sus escondites.
Muy pronto todo estuvo listo. Una larga fila de sapos, cangrejos y otros bichos con tenedores, clavos, alfileres
de gancho y tachuelas, comenzó a marchar hacia la calle.
Paró de llover. Ruperto les hizo señas que encendieran fósforos de madera para usar como antorchas.
Era impresionante. Las luces de las antorchas a través de la calle parecían un camino de hormigas iluminado.

-¡Los vamos a reventar, los vamos a reventar!- cantaban los bichos.

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